domingo, 12 de julio de 2009

細くて赤い 糸 (El delgado cordón rojo)

駅 Estación


- dicen que no había nada antes aquí….me estas escuchando.

Taro siempre tomaba el ultimo tren y es que al parecer aun con sus 35 años no se acostumbraba a la idea de usar ropa de salary man; - Eh? Perdón Tatsumoto;

El señor Tatsumoto era su compañero de trabajo, un hombre 10 años mas grande, con un aspecto envidiable para su edad, aun el estrés no había envejecido su rostro, su nariz alargada y su sonrisa de piano era un gran contraste para Taro quien detrás de sus anteojos escondía un rostro taciturno cuya metáfora seria la de un bosque sobre el alba perpetua.

Con su traje negro y su camisa blanca no encontraba mayor felicidad que pasar a tomarse unos tragos a algún Izakaya en Otsuki antes de emprender su viaje de regreso a Kofu; - Y lo volviste a hacer Taro; bebiendo un trago de sake enlatado; - A que se refiere señor Tatsumoto.

Tatsumoto tomo en la palma de la mano algunos cacahuates y de un salto se los llevo a la boca, una táctica bastante usual para hacer algo de tiempo en lo que encuentras la respuesta indicada.

Aparte de una dama, el vagón se encontraba totalmente vacío, Tatsumoto; lanzo una mirada a la chica y pensó en aquellas largas piernas y como se verían dentro de sus sabanas, de nuevo le dio un sorbo a su lata alcohólica mientras Taro le lanzaba una mirada reprobadora; - Como esta su esposa señor Tatsumoto; lanzando una carcajada - Vamos Taro, no tienes que ser tan severo, el matrimonio es para deleitarse no para castigarse.


El tren se detuvo momentáneamente, la chica se bajo dejando únicamente a Tatsumoto y a Taro arriba, las puertas aun no se cerraban y se podía sentir el frío aire de febrero afuera del vagón; - Además Sanao me conoce; encendiendo un cigarro; - Esta prohibido fu…; - LO SE!

Tatsumoto aspiro un poco del cigarro mientras Taro se tragaba la replica a aquel grito en la garganta; - Cielos Taro tienes que relajarte un poco; lanzando una bocanada, se paseo sus dedos desocupados sobre las pobladas cejas que ya se veían blancas como el monte Fuji en diciembre. – En esta vida tienes que dejarte llevar a veces un poco Taro, te lo digo como una persona que sabe de estas cosas.

Taro solo acepto por cortesía las palabras de su superior; sin embargo en su mente solo replicaba toda la escena “ claro que lo se! A mi también me encantaría tener las piernas de esa chica en mi cama y follarmela hasta el amanecer”.

Desde que ingreso a la universidad tercera en su lista aprendió a que la vida era lo fuiste recibiendo y que no hay mas allá de la cerveza después del trabajo, la misma botana y la misma casa con una esposa que no le ponía reparos y que se esmeraba en darlo el menor problema posible.

- Y como esta tu esposa Taro; aunque sintió un poco de vergüenza al escuchar la palabra “ esposa” mientras fantaseaba con la chica del metro solo asentó con una reverencia; - Bien, gracias por preguntar; - No es una molestia Taro, no lo hago por el protocolo; buscando en los bolsillos del saco, saca un cenicero circular, dorado con grabados en plata de su nombre; - Es una buena mujer, toma el ejemplo de Yoshida, su esposa es un desastre, ni siquiera le prepara el baño antes de volver, que clase de mujeres son esas; guardando la ceniza en el cenicero.

Taro volvió a encorvar la espalda, de nuevo su mirada se planto en el tren que ya comenzaba a andar de nuevo; el hombre de los boletos entro al cuarto, un anciano que caminaba lentamente, llevaba puesto unos lentes gastados, se podía ver como la pintura del acero estaba tan raspada que podías ver trozos bronceados.

- Señor no se puede fumar aquí, por favor apague su cigarro; Tatsumoto chasqueo la boca y lanzo una ultima bocanada de cigarro mientras aplastaba su cigarro contra el cenicero portátil de forma circular; - Que molestia, no hay ni un alma aquí.

Esa respuesta molesto a Taro; ¿ Acaso no cuento yo? ¿ Acaso no tengo alma, maldito anciano? Aun así solo soltó una carcajada; - Son las reglas, tu sabes que las personas odian el cigarro; - No odian el cigarro!; espeto Tatsumoto – Odian el hecho de que no se atreven a fumar un cigarro; - No a todos les gusta el humo del cigarro señor Tatsumoto.

El señor Tatsumoto se rasco la cabeza y recostó su cabeza sobre el frío tubo mientras el sonido del dialogo era sustituido por el intenso golpeteo de las ruedas del tren; - Has pensado en la promoción Taro?; el hombre de los boletos paso justo enfrente de ellos mientras Taro bebía un sorbo de la cerveza Kirin; - Imposible.

El rostro del viejo Taro se congelo, sus ojos se abrieron tanto que parecían a los de un Astroboy o un Kimba; - Pero es prácticamente un hecho, porque no; - Porque si acepto la carrera por la promoción no podré volver a intentarlo, no quiero correr riesgos; Taro suspiro mientras apretó la lata de cerveza vacía entre sus puños.

El viejo Tatsumoto se limpio el sudor con la mano y de nuevo saco su cigarro; click, click – Entonces esto es solo por no correr riesgos pero que perdedor; - Llámelo así si gusta señor Tatsumoto pero mi respuesta es no; la llama se encendió, lentamente la punta del cigarro se enrojeció como las hojas en otoño; - Sabes Taro, la vida es como este tren, si no te bajas en la siguiente estación, seguirá de largo y no volverás a verla hasta que un día te das cuenta; lanzando una bocanada de humo por la nariz; - Que llegaste a la terminal y no hiciste nada.

Taro se carcajeo; - Pero que pasa con usted el día de hoy señor Tatsumoto, esta hablando puras cosas raras e inapropiadas.

El viejo Tatsumoto lanzo una ligera carcajada; - Cosas de la edad supongo; apagando de nuevo el cigarro.

Súbitamente el tren se agito fuertemente, incluso Taro cayo al suelo mientras Tatsumoto comenzó a carcajearse; - La juventud ya no puede beber alcohol sin conocer el suelo verdad?; Taro comenzó a jadear cuando sintió otra sacudida al mismo tiempo que una fina sombra se emparejaba con la ventana del tren, Taro empezó a moverse lentamente hacia atrás, no le importaba ensuciarse su traje negro; - Que es eso?; Tatsumoto volteo sin chistar, miro hacia la mancha negra de la ventana y solo tomo aire; - Vaya que los jóvenes se asustan de nada hoy en día, deje de andar arruinándose su traje y siéntese aquí.

El tren se detuvo pero aun se movía tambaleándose por los lados; - Porque…porque nos hemos detenido; Tatsumoto encogió los hombros – No lo se, yo no trabajo aquí quizás alguien se lanzo a las vías o tal ves solo sea un sillón en las vías del tren; extendiendo la mano; - Vamos, vamos déjate de payasadas y siéntate.

Era delgada y alargada y se agitaba como una sabana tendida en la azotea y se mantenía ahí, estática sobre la ventana, esperando algo, no se distinguían colmillos, garras, ni un rastro de hostilidad pero ahí estaba incomodando a Taro quien desconfiadamente tomo la mano de Tatsumoto y de nuevo regreso a su asiento mientras el tren retorno a su andanza.


Era ya la 1 de la mañana cuando llegaron a la estación de Kofu, prácticamente ya no había un rastro de humanidad salvo algunas personas que se aceleraban para volver a casa; Taro aun miraba a los alrededores después de bajarse del tren, aquella figura cerca del vagón aun le atemorizaba aunque nunca se puso de acuerdo si lo que vio fue cierto o mentira, deicidio seguir su camino junto con Tatsumoto.

- Vamos Taro, acompáñame a tomar el taxi; Taro quien ahora de pie mostraba algo de su 1.70 de altura junto a un Tatsumoto de 1.58 era como mirar un bote de basura a lado de un farol.

Taro dudo por un minuto pero recordó que aquel diminuto personaje era su jefe y su supuesto único amigo en el trabajo; - Vaya que hace frío; apretando sus brazos al cuerpo; - Los últimos días de febrero suelen serlo; ajustándose el ultimo botón del saco grisáceo.

Ambos bajaron por las escaleras de la estación mientras escuchaban una campanada, Taro de nuevo lanzo un sobre salto mientras Tatsumoto se carcajeo; - Te asustas con la alarma de la estación? Dicen que solo los que engañan a sus esposas están al pendientes de cada sonido; frotándose la frente; - Debes ser un lobo con las secretarias; aunque Taro se molesto con aquel comentario lanzo una ligera carcajada y continuo su camino. El viento soplaba suavemente, no había nieve pero el aire era como un golpe de hielo a cada paso, a cada momento.


Ni un alma humana iluminaba la calle trasera de la estación, un silencio total mientras las pisadas de Taro y Tatsumoto golpeteaban el suelo como un buen par de zapatos de tap. – Creo que este es el adiós; Taro, puedo caminar de aquí en adelante.

Taro levanto la mano en señal de despedida, Tatsumoto se dio la vuelta; - Entonces no aceptaras el empleo?; Taro comenzó a carcajearse; - JA JA JA A que viene eso? Te estabas despidiendo y me sales de nuevo con eso, vaya que es usted extraño señor Tatsumoto.

Tatsumoto trono la boca, al parecer no le dio gracia aquel gesto de Taro y mientras lanzo un suspiro saco de su saco un nuevo cigarro; - Oye Taro; haz oído hablar de los #&%#$ el sonido del tren pasando impedía entender lo que decía Tatsomoto mientras Taro le hacia gestos con la mano para indicarle que no le entendía y después solo le lanzo un ultimo saludo para después volver a tomar el camino de regreso a casa.

Las escaleras estaban desiertas; posiblemente incluso los encargados del tren habían ya cerrado pero como un servicio para los sin techo, la estación nunca cierra sus puertas; Taro agilizo sus pasos y escucho de nuevo la campanada, ese tenue sonido se escucho por todo el lugar mientras sus piernas cortaban un delgado cordón, tan delgado que era imposible verlo, uno color rojo.

Mientras caminaba por el pasillo de los casilleros percibía un nauseabundo olor a establo, era como si los caballos estuvieran durmiendo y defecando bajo sus pies; metió la mano dentro de su saco y busco su pañuelo marca Hermes que su esposa le había regalado como regalo de aniversario. El no recuerda que le dio puesto que no lo compro el sino que contrato una compañía para que buscaran algo adecuado para ella y se lo enviaran a la puerta de su casa.

Al pasar por el casillero numero 29 pudo percibir un extraño sentimiento; como si de nuevo estuviera en la escuela, podía escuchar cuchicheos de chicas hablando a sus espaldas y esa sensación de preocupación por estar llegando tan tarde, su traje de salary man de repente era idéntico al uniforme de invierno, incluso podía sentir el ligero temblor que provocaba la estampida de estudiantes entrando a un minuto antes de la hora de clase.

- Estas retrasado.

Tatsumoto escucho una voz y volteo hacia el final del pasillo, naturalmente no había nada y hasta se sintió totalmente estupido haciendo eso; - Si entrara alguien sonaría la alarma, idiota.

Como lo había anticipado ya no había una sola alma en la pequeña estación de Kofu; aun así su cuerpo se sentía nervioso, sus manos sudaban mas de lo normal y sus lentes se resbalaban de la frente; - En serio que eres un completo idiota Taro.

Eran solo 20 metros los que tenia que caminar para llegar al otro lado, abordar un taxi y volver a casa para quizás lanzarla hacia el futon y desahogarse un rato, tan solo eran 20 metros que a cada paso se hacían eternos. Algo no estaba bien, caminaba pero no podía pasar de la imagen de la mascota del equipo de futbol.

Se detuvo un momento, quizás percibió que su cuerpo se mareaba, sus pasos se hacían mas torpes y le costaba respirar. No había razón para tal situación pero aun así cada que caminaba no llegaba a ningún lado.

Comenzaba a abordar el tren de la desesperación a cada paso que daba, su maletín se hacia incluso mas pesado, era tan pesado que ya no podía cargarlo y tuvo que lanzarlo al piso, luego su ropa parecía una armadura, tan sofocante como estar dentro de un pequeño agujero, de repente era imposible llevar el saco puesto, ahora la corbata parecía una maldita soga lista para la horca. Con todas su fuerzas Taro logro quitársela, luego vino la camisa y luego los pantalones, después era su misma piel la que pesaba, la que lo sofocaba. Tomo un respiro y enterró sus uñas dentro de la blancura de su abdomen, la sangre brotaba a cuenta gotas como si fueran pequeñas hormigas subiendo por su cuerpo.

Nadie escuchaba aquel alarido de Taro al sentir que sus uñas tocaban su interior, acariciaban sus gruesos intestinos. – Llegas tarde.

De nuevo aquella voz, se encontraba exaltado y sudado, no había avanzado un solo centímetro y aun se encontraba de nuevo mirando hacia atrás en el pasillo de los casilleros.

Acaricio su cabello y tomo un momento para el respiro; - Creo que esta noche iré directo al baño; exclamo Taro mientras se recargaba en el casillero de nuevo; - Oye! Taro!

Aquella voz era la de Tatsumoto, podía reconocerla por su acento de Kansai y nunca estuvo mas feliz de oírla, escucho la campanada de las escaleras y supo que alguien se aproximaba, con una enorme sonrisa Taro se aproximo a las escalera; - De nuevo me vas a regañar por lo del asce…

No había nada, unas escaleras desiertas y un silencio únicamente opacado por un tren de carga y el intenso golpeteo de las vías.

Dicho delirio del destino realmente lo hizo perder el equilibrio, junto todo lo que le quedaba de valor y se dio la vuelta, apenas dio 5 pasos cuando la alarma de las escaleras volvió a sonar, y de nuevo, y de nuevo, y de nuevo.

Taro ya no quería mirar hacia atrás, no lo veía pero sabia que un ejercito de algo desconocido le pisaba los talones y de nuevo cerca de la estación se detuvo; - ALGUIEN! ALGUIEN! POR AQUÍ!.

Gritaba desesperadamente mientras recorría aquellos 20 metros, por primera vez en su vida sentía deseos de llegar a su mediocre casa con su linda esposa; por primera vez quería dar ese paso para llegar al otro lado.

Debieron ser solo fracciones de segundo pero ahí estaba la salida; incluso podía ver un taxi estacionado listo para sacarlo de esa desconocida situación; solo unos escalones para poder salir de la Maldita estación de Kofu y hacerle el amor a su esposa; no, no le haría el amor, fornicaria con ella mientras en su cabeza se diría “te he ganado puta vida de mierda”.

Taro no pudo borrar esa sonrisa de su rostro, ni tampoco pudo dejar de correr hasta que en el penúltimo escalón aquella sonrisa se desvaneció, frente a el se encontraba de nuevo aquella sombra negra.

Tenía piernas y sabía que correría hacia el, tenia dientes y sabía que lo devoraría, tenía instinto y sabía que quería asesinarlo.

Lentamente, aquella sombra se acurruco en las primeras escaleras de la estación, sus delgadas piernas como ramas crujieron al comenzar a moverse, debajo de aquel pedazo de tela que cubría su cuerpo solo brillaban unas delicadas garras, eran tan finas y delgadas como al alfileres pero tan puntiagudas que fácilmente rallaban el azulejo a su paso.

- Que…que mierda eres tu?; retrocediendo lentamente; el monstruo no respondió y se acerco lentamente a Taro quien no tuvo capacidad de reacción y tropezó con el ultimo escalón; -Qui…quieres mi dinero, te lo doy, quieres a mi esposa te la doy! PERO QUIERO VIVIR!

La mancha negra, había cubierto la entrada de la estación, era enorme quizás de 2 metros de altura y esa tela gastada que lo cubría hondeaba como bandera pirata aunque no había viento adentro.
Lentamente camino hacia Taro quien finalmente lo intuyo, sonrío y lanzo una gran carcajada “voy a morir”.

Terminado de decir esto, la oscuridad del monstruo lo envolvió, no grito, ni siquiera intento defenderse, su ser se extinguió y finalmente solo quedo en las escaleras de la salida hacia el pueblo de Kofu; un maletín, unos lentes y una billetera….

- Este será tu lugar, cuando hayas terminado de familiarizarte con tu sección acude a la oficina de Recursos humanos para que te expliquen tu trabajo, si tienes alguna duda pregúntale al señor Tatsumoto, el será tu superior.

Y ahí estaba Tatsumoto leyendo sobre la victoria de Japón en el mundial de Baseball, entre cambio de pagina ojeaba a la nueva chica de la sección; - Vaya que las chicas se hacen cada año mas bellas no cree señor Tatsumoto; un chico regordete con grandes anteojos también no le quitaba los ojos de encima a la nueva chica; - Madura Ieda; cambiando de pagina; - Me dirá que no vio el tamaño de esos pechos; carcajeando; - Claro! Uno puede comprender la personalidad de la mujer por el tamaño de sus pechos!.

Ieda termino de carcajearse, parecía que los botones de su camisa blanca saldrían volando; - Al menos es un buen cambio, me pregunto que le habrá pasado a Taro, el no se veía de esas personas que se van sin decir nada; - Quizás…; Tatsumoto chasqueo la boca, esa expresión de saber lo que ha pasado; - Quizás esta esperando algo mejor.

Y ahí estaba de nuevo la estación de Kofu, con sus personas caminando a todas horas, algunas dirigiéndose a sus casas, otras a sus lugares de trabajo, algunos vendedores o gente sin hogar, un lugar que nunca duerme, que nunca muere.

Un lugar que al ver partir el ultimo tren y ve al ultimo guardia apagar la luz abre las puerta a aquellas personas como Taro, esas personas que la vida termina devorando como el monstruo que es, aquellas personas que se quedan eternamente en la estación esperando algún día iniciar su vida.

- Oye Taro; haz oído hablar de los Silenciadores?

Fin