martes, 5 de octubre de 2010

Capitulo Extra del Cordon Rojo Crybaby

Porque vivimos en un mundo tan bizarro

Donde despertamos abrazando a la locura

Y dormimos con ella aferrandose a nosotros.


Crybaby

Rojo, rojo como los asientos del tren; rojo como las canicas, rojo como el asiento del columpio y finalmente rojo como el de una playera. A veces cuando levantas la mirada; cuando miras directamente al techo de madera comprimida también puedes ver el rojo de la madera o eso es lo que piensan los niños.

También los atardeceres en Osaka son así, los atardeceres de un día que se consume igual que la vida de un alcohólico en el fondo de la botella; de la misma manera que Satoshi lo hacia recostado en el suelo aquella mañana y decía – Agua Ma…ma; junto a su hermana Manami y ella decía; - Leche; mientras agitaba sus delgados brazos.

Y el ocaso cubría los cuerpos de ambos, y el ocaso descendía por la ventana de un departamento en Osaka mientras los ojos de Satoshi evaporaban inocencia, mientras los delgados labios de Manami se movían lentamente.

Un lugar en este mundo; un lugar con el olor a basura acumulada de días, un lugar con un ocaso pintando de rojo escarlata las paredes, un lugar donde solo un sollozo, donde solo un ligero llanto interrumpía el canto de los cuervos y de el partido de baseball del viejo Tanaka de la habitación de a lado.


Azul también es el mar; idéntico al mar de Miyayima, también azul son las lagrimas y la tristeza; la tristeza que poco a poco desaparece en Saori al consumirse el cigarro; azul también era el vestido que llevaba el día que cerro el departamento en Osaka y se marcho con la mente en un futuro lejos de ahí.

- Ha pasado un mes; bebiendo aquel vaso de whisky; - Ya ha pasad un mes: resonando, imitando a las campanadas para callar la voz de la tristeza dentro de su mente y queriendo mofarse del destino, engañándose sobre que esto era lo que debía ser, una bala para asesinar la melancolía en su corazón.

Y su cabello se mecía, y su cuerpo se contoneaba mientras caminaba lejos de Osaka; - Agua Mama, Leche Mama; se escuchaba detrás de aquellas paredes, tan delgado, hilo de voz tan tenue como la luz de una insignificante luciérnaga en el bosque.



Blanco como la nube, blanco como la felicidad, blanco como el olvido, finalmente blanco como el techo de un departamento en Osaka, un pequeño mundo dentro de un mundo tan grande, dentro de un mundo de varias habitaciones con voces pero sin oídos. Con corazones pero a veces sin sentimientos.

Manami lloraba, Manami no cerraba la boca a diferencia de Satoshi y aun con su cansado estomago con su débil diafragma podía lanzar alaridos, ahí recostada mirando el infinito blanco del techo, imaginando que era leche, que podía beberlo si estiraba mas la mano; - Hey hermano, tu tienes los brazos mas largos ¿Puedes alcanzarme la leche?; Satoshi no quería romperle las ilusiones a Manami y solo le decía – No puedes tomarte esa leche ¿No ves que esta sucia?.

En la habitación continua la gente escuchaba y escuchaba los llantos, las ocasionales risas e incluso la señora Sinohara llego a molestarse por no escuchar bien su drama por aquellos permanentes alaridos. Una habitación diferente, un mundo diferente.




Rosado, rosado como un cocktail Aphrodise, rosado como los fuegos artificiales en verano, Rosado como el amor de un hijo a su madre y finalmente Rosado como el vestido de Saori mientras se disfrazaba de Yoko en aquel Kyabakura de Kyoto. – Yoko eres muy divertida!: entre copas y cigarro los clientes alzaban a estrepitosas voces; - Yoko me encanta como te lo comes todo; decían sus amantes mientras tenia se divertía en la cama con ellos; Yoko, Yoko, Yoko, Yoko, cuantas veces escuchando ese nombre deseando en algún momento ser ella, con aquella gran figura paseándose en Kyoto, con aquel gran trasero manoseado por lindos caballeros y sobre todo, con aquella cabeza fría que no le importa despertar al siguiente día, desayunar un pan tostado con mermelada y derramar algo de jugo de naranja en el suelo sin pensar “ Ya ha pasado un mes”.


Ámbar; ámbar como los atardeceres de Kofu en verano, ámbar como la miel de maple, finalmente Ámbar como el color de la galleta que comió Satoshi; tan pequeña, tan diminuta pero aun así que compartió con su hermana. – Agua hermano, - Leche mama balbuceaba Manami mientras Satoshi la colocaba en su boca mientras lentamente acurrucaba su cuerpo junto a de su hermana contemplando el radiante y peligroso sol detrás de una pila de basura, una esfera amarilla detrás de bolsas de Mcdonalds y cajas vacías de leche ¿Cuántas veces Satoshi no miro aquellas cajas de comida? Cuantas veces no se imagino como aquella ventana de cristal se abría de repente frente a sus ojos, saborear los Nuggets y comer papas fritas hasta que al final, con el estomago lleno disfrutaría del juguete y después iría a los columpios con Manami quien se enojaría porque a ella no la empujan con fuerza y lloraría y el le daría el juguete para que se callara todo bajo el ámbar de un atardecer silencioso.

¿Y que hay detrás de esa puerta? ¿Y que hay detrás de aquellos gritos? Soledad, simple soledad, un piso polvoriento y unos cuerpos arrojados al suelo; inmóviles mientras Yoko bebe un margarita; mientras los vecinos ven la televisión, mientras un hombre le paga a una chica porque le escupa en la cara mientras un policía recibe dinero de la Yakuza, mientras el Mcdonalds vende un batido de plátano mientras un maestro reprueba a un niño. Un instante, un momento que se pierde en las arenas de esta playa, el momento en el que Satoshi y Manami lanzaron su ultimo grito, en el momento en el que una gran puerta se abrió enfrente de ellos mientras Saori apagaba un cigarro, mientras su acompañando le acariciaba las piernas. Un momento que resulta en nada para este mundo.

Tantos colores como el arco iris, tantos colores como las luces de neon del Kabuki chou, tantos colores como hay piedras preciosas en este mundo; finalmente tantos colores como sentimientos que se pierden detrás de aquella misteriosa puerta post mortem. Y ahí estaban los cuerpos de Satoshi y Manami sin movimiento y sin vida, asándose con el calor de una tarde de julio en Osaka, con su piel amarilla casi verde pegada a sus brazos como el moho en los árboles. ¿Qué hay detrás de aquella puerta? Que hay mas allá de este momento? Se ha acabado el dolor, se ha acabado la sed y el hambre y solo nos queda esa sensación que se vislumbra mientras Satoshi toma de la mano a su hermanita y con pasos, pequeños pasos que no hacen mas sonido que el susurro del viento caminan hacia la puerta de un departamento olvidado y no solo por Saori, olvidado por la misericordia y la efímera felicidad. Ambos juntos, ambos se iran a un lugar mejor me quiero imaginar.

Negro como el café, negro como el fondo del pozo, negro como la venganza y finalmente negro como el camino que siguió Saori aquella noche, ahora con la certeza de que volver era inútil, con la intuición de madre de que sus hijos habían muerto, su caminar se volvió mas ligero, aquella noche salio temprano del kyabakura, apenas le dio tiempo de quitarse la peluca mientras volvía lentamente a su casa deslizándose con sus zapatillas, con su vestido rosado de piedras verdes y tarareando una melodía que solo ella comprendía, borracha de seguridad no se percato que sus movimientos eran seguidos, borracha de seguridad no se percato que aquella no era noche como cualquier otra.

Apenas doblo la esquina, cerca de su casa, cerca de la maquina de refrescos donde se detuvo; coloco una moneda de 500 yenes al momento que escucho un rechinido, como si alguien cortara el asfalto con una navaja, como si alguien enterrara unas enormes garras sobre el concreto. Saori sintió un poco de miedo y se apresuro a tomar el cambio de la maquina, continuo sus pasos entre oscuridad y delgadas sombras.

Sus pasos lentos contrastaban con sus latidos, de repente se escucho de nuevo ahora como viniera justamente detrás de ella, “son gatos” se decía a ella misma, algo la hizo paralizarse, no era ella, algo le hacia no mover un solo pie algo que la mantenía en medio de la calle hasta sentir como si fueran gusanos los que se trepaban por sus tobillos y fue cuando comenzó a correr, corrió mientras el eco del claqueo de sus zapatillas retumbaba como fuegos artificiales en el suelo.

Llego hasta su casa de un solo impulso y ahí estaba en el umbral de la puerta con el maquillaje por los suelos con un rostro cubierto de lagrimas, sudor y miedo, con una mueca de dolor al ver como se había enterrado las uñas del pie por correr tan rápido, lentamente se retiro la zapatilla, lentamente mientras la mancha de sangre se hacia mas evidente. – Estoy bien, mañana descansaré y todo estará bien; se dijo convencida mientras cojeando subía las escaleras a su habitación y fue cuando comenzó de nuevo un sonido, esta vez no era un crujido, un roce, solo era un sollozo. Saori no le tomo importancia, quería llegar y recostarse mientras lentamente se hizo paso hacia su cuarto.

La luz parpadeaba cuando llego a la puerta de su cuarto e introdujo la llave, en ese mismo momento volvió a escuchar un sollozo que la hizo voltear a la derecha, y ahí estaba acurrucado en el suelo un niño, llevaba una camisa azul con barras blancas y una bermuda verde, no dejaba de sollozar en el umbral de la puerta. Saori quiso entrar pero estaba justamente del lado de la puerta y no tuvo mas remedio que agacharse lentamente; - Oye; que te pasa?; recogiéndose el cabello.

El niño volvió a sollozar; -Es…es..Que no encuentro a mi mama; lanzando un ligero alarido y encogiéndose en hombros. Saori tomo un respiro y miro para ambos lados del pasillo buscando a alguien; - Vamos, no debe estar lejos, deja de llorar ¿si?; mostrando una falsa sonrisa, Saori quería deshacerse de ese niño que le estorbaba; - ¿Tienes su numero? ¿Vive cerca?

El niño solo movió negativamente la cabeza mientras continuo sollozando; - Bueno…ya se, vamos con el policía ¿Quién es tu madre?

- ¡TU ERES MI MADRE!

El niño levanto la cabeza, no había rostro, solo era una montón de venas rojas y azules sobre una superficie blanca como un tambor, de donde debería estar la nariz solo había un agujero por donde salían gusanos que caían al suelo. Saori tardo un momento en reaccionar y cuando lo hizo fue para caerse al suelo cuando sintió como aquellos gusanos comenzaban a subirle por los tobillos. Comenzó a gritar mientras el delgado cuerpo del niño comenzó a incorporarse, sus brazos eran delgados como ramas de árboles y sus piernas se arqueaban, no tenía zapatos, sus pies eran como dos guadañas que raspaban al rozar el pavimento. Saori comenzó alcanzo a voltear y comenzó a gatear hacia las escaleras hasta sentir mientras escuchaba el sonido de aquellos ganchos rechinando en el suelo, logro asomarse a las escaleras cuando sintió como algo le sujetaba de la pierna; - NO QUIERO MORIR; lanzando una fuerte patada Saori pateo pero dicho movimiento le hizo perder el equilibrio rodando por las escaleras.

Saori; lentamente se incorporo, se había roto la nariz y no sentía el brazo; ella ahora era la que comenzaba a sollozar y al menos ya no escuchaba nada mas, lentamente se recargo en el primer escalón y se recostó por un momento; - No…no quiero morir…alguien ayu…AYUDEME!

De repente algo la sujeto del cuello, eran unos dedos largos los que la sujetaban del cuello, podía ver como un brazo le daba la vuelta al cuello y como del brazo lentamente la piel se levantaba, eran mas gusanos los que salían de ahí; -NO! NO! NO PERDON, PERDON, NO QUISE HACERLO, NO!:- Mama….

- Cálmese! ¿Esta bien?; - LOS MATE! LOS MATE! PERDON! POR MATARLOS!

Frente a Saori se encontraba un hombre con su traje de salary man; - Señora por favor cálmese: - QUERIA VIVIR MI VIDA! Y los mate. Saori sollozaba frente a los ojos perplejos de aquel hombre mientras no dejaba de llorar y repetir “quería vivir mi vida”.

Un hijo amoroso nunca mataría a su madre ni aunque ella fuera su asesina, quizás es algo que Saori jamás comprendió y es cierto que la historia verdadera no termina así yo quiero creer que así fue porque vivimos en un mundo bizarro donde las madres se olvidan de sus hijos, donde todos volvemos a aquella Arcadia donde no hay sentimientos solo rencor.

FIN